Wednesday, April 26, 2006

 

Primero de Mayo


Primero de Mayo:


Nada para ellos

-US-

Algo para nuestros

-MIGRANTES-

Friday, November 18, 2005

 

Return: La Estrella de la calle sexta

“No hay primavera desde aquel día en que te fuiste, el sol no sale y ya se secaron las rosas que tú plantaste, y así mismo se ha secado ya este corazón” Horacio acompañado por Ana y Jorge, va dando los primeros pasos al interior de la Estrella Dancing Club de la calle sexta de Tijuana mientras tararea la cumbia de los Yaguarú.
Al entrar se acerca Rosa, besa en la mejilla a Horacio y los encamina hacia una mesa alrededor de la pista, es martes y no hay mucha gente, por eso el Travolta diyei del Dancing Club se acerca hasta la mesa de Horacio y acompañado de un apretón de manos le abraza y dice: Hoy si puedes pedirme la que quieras sin pagar. Horacio se carcajea y suelta un -¡que cabrón!- mientras da la señal a Rosa para que lleve a la mesa una cubeta con veinte cervezas de a cuarto.
-Ja ja ja ja ja ja- Ana se carcajea mientras Horacio trata de sacar a bailar a Jorge que ya medio borracho sólo sonríe como modelo en pasarela de centro comercial; y después de varios jalones amistosos por fin decide levantarse de la mesa, no sin llevarse también a Ana a la pista de baile.
Y entre un “Ajota-jota-jota-jó”....bailaron cumbia de helicóptero, mientras Horacio entre los pasos, la vuelta y la sonrisa cantaba: “Yo buscaba en tu cariño, un amor que no he tenido, cual juguete que de niño, con el alma ambicioné, más resultas como todas, fue un error haberte amado, se me escapa de las manos, tu rosal que es mi delirio”
Dentro del Dancing Club la Estrella, todo se movía, o por lo menos esa era la percepción de Ana a las cuatro de la mañana; pero no le molestaba, al contrario, hacia tiempo que no sentía así la vida: desde que había decidido convertir en recuerdo a Luis, los días eran grises como la publicidad.
Después de unos cuartos de cerveza Pacífico, Jorge ya estaba bailando con Rocío la canción de La Chona de los Tucanes de Tijuana, y entre los brincos insensatos de Jorge, Rocío se decía: Órale, no sabe bailar el flaquito, pero que chulo se ha de ver junto a mí.

Wednesday, March 09, 2005

 

Sólo el Olvido atrae la Calma

Pa qué me sirve la vida
pa qué la quiero
si estoy sin ti,
Ramón Ayala

Sunday, October 10, 2004

 

4 / U at the empty apartment

if i be honest
quisiera hallarte
in my pray
mis oraciones
y tus ojos
closed
no miran al alma
prozac diazepan valium
colores de la tristeza
drugs anti-sense
miedos en tu sangre
don’t eat more
escúchame
if i resist
resiste

Wednesday, September 15, 2004

 

15/9

Amanece. Apenas puedo mover los párpados, las piernas, estiro los brazos, pero mis manos siguen entumidas. Apenas comienzo a desprenderme de las sábanas, del sueño, de las lagañas, y del aliento a centavo; estoy tratando de acomodar un pie en el suelo, y afuera, en la calle los festejos; por la ventana del departamento ya se meten los gritos. Parece que el cansancio se les olvida, es como si la fiesta viniera a darles vida, aunque no sepan por qué o para festejan. A ellos no les importa, les vale madre, lanzan cohetes, compran tequila días o meses antes, matan puercos, preparan tostadas, preparan pozole, preparan la gran noche mejicana.
Mientras tanto, yo aquí dentro, preparo unos hot cakes, un zumo de naranja, y el estado de cuenta. Tomo los ahorros de la semana y decido marcharme al Banco.
En las calles, hay tráfico, hay gente, hay banderines, hay trompetitas, hay sombreros, hay colores, hay blancos, hay verdes, hay rojos, hay azules, hay amarillos, hay de todo en todos lados, lo único que no hay es un pinche Banco abierto, como si por ser día de fiesta, el mundo debiera parar; y para joder el día es más lento. Y todo con tal de que los mejicanos se sientan bien nopales, bien rancheros, bien rebeldes, bien patriotas los transnacionales.
De regreso a casa, las calles se empiezan a poblar de lucecitas, de bigotes, de pistolas, de machotes, de curas y de vírgenes guadalupanas. Cada minuto más gente, más ruido, más rebeldes toman la ciudad, su patria, la amada, la ganada, la respetada, la defendida, la violenta, la ebria, la muy puta república mejicana.
Después de todo, logro escapar de la multitud independiente, logro llegar al departamento, logro encender el televisor, sintonizo Friends en el Warner Channel, casi logro escapar al frenesí de la fiesta de independencia, cuando a las doce de la noche tocan a mi puerta cinco tipos vestidos de mariachi gritando -¡No te rajes, también eres mejicano, grita que gritar no sólo es cosa de mudos!-.

Monday, August 30, 2004

 

Negra 2 2 8

Cuando la Negra no está, Loco prefiere salir del chante, así no entra en estado de ansiedad.
De pronto Loco se siente del carajo, y hace de un poema su cabecera, y lo repite, y lo repite, y lo repite hasta que el poema pierde su forma, y se convierte simplemente en palabras o ado ido to so cho.
Loco camina por la San Simón Street. En la pared está escrito: Mai Blod is Red. Gringo, tú eres el gran mojado. Al mirar el graffiti, Loco saca del pantalón un cordón, presiona con él sus venas, pasa un minuto y las venas saltan. Loco toma un cristal del pavimento y hunde el filo en una vena. Loco dice: Mai blod también is red.
Dentro de la cantina el Emporio, Loco es como cualquier otro, pide una bola de cerveza, un tequila, y cinco pesos de cambio para la rocola. Cuando Loco está ahí, siempre pone una de Javier Solís, una de Eddie Santiago, y la Cumbia del Negro José.
Han pasado dos horas desde que Loco cruzó la puerta, ha tomado cuatro bolas, y dos tequilas. En la rocola aún suena el Negro José.
Loco sostiene la bola obscura firmemente, cualquiera creería que es la primera. Inesperadamente, Loco comienza a hablar:
Tres cuervos aletean hacia los árboles,
Y se posan; crujen las ramas del eucaliptus.
Un olor de cales apagadas aviva el olfato
La lepra del Imperio.
Loco grita: ¿Quién es Derek Walcott? ¿Quién en la San Simón Street sabe de dónde salió Derek Walcott? El grito retumbó en cada una de las cuatro paredes del Emporio; pasaron treinta segundos, y un hombre de pelo cano, chamarra verde militar, flaco, alto y con el delicado pegado a los labios, dijo: Yo soy Derek Walcott.
Loco lo miró fijamente, como retando a la verdad. El llamado Derek Walcott se fue acercando lentamente a la mesa de Loco, hasta estar frente a frente. Loco invitó una ronda a Derek Walcott, dos rondas a Derek Walcott, tres rondas a Derek Walcott hasta que escuchó otro grito dentro de la cantina.
Un hombre con gorra de beisbolista gritaba: Yo soy el verdadero Derek Walcott, es mi garganta la que merece ser desafiada. Al escucharse esto en la cantina todo comenzó a cambiar, de un segundo a otro todos decían llamarse Derek Walcott. Todos pedían a Loco que los escuchara y por supuesto que les diera más y más alcohol.
Loco se levantó, pidió silencio y dijo: Yo soy el verdadero Derek Walcott. Evidentemente a todos les valió la madre la palabra de Loco. En ese momento todos eran Derek Walcott, y Loco simplemente era otro más.
Al final, Loco se quedó de nuevo sólo en su mesa, bebiendo, pensando y cantando Cenizas de Javier Solís.
Lo último que dijo, y que sólo yo escuché fue: La Negra ya no está.









Monday, August 23, 2004

 

Niña Caramelo

la lluvia, una puta lanzando falos, calamidades de miserable, agua caliente pecadora, gentíos lamiendo la entrepierna, el amor, solo sexo, olvidar las charlas, no hay palabras, hay orgasmos, hay lujuria, hay mil putas esperando, dinero, una madriza, ser bien cogidas, un padrote, la noche, no seas cobarde, arráncate la espina mastúrbate, parloteando un Rosario, reza cuatro Padres Nuestros y duerme, ayer sangraste, el rojo no es pasión niña, niña muerde, niña pellizca, niña aprieta, niña lame, niña cachonda, niña caramelo, niña niña, la cumbia canta, "Si quieres aprender, súbete yo te llevo"






Friday, August 13, 2004

 

Jardín sin flores

Creo que todo inició con una interpretación errónea de mis palabras.
Cuando entré al bar, me posé en la barra elegantemente para dejar que mi cuerpo se deleitara absorbiendo chorros y chorros de líquidos etílicos.
No me preocupaba por conocer alguna mujer, creo que los bares no son el ambiente propicio para mis amores. Pero ese día, sorprendentemente se acercó a mí una dama.
-¿Cuál es tu nombre?-
-No tiene importancia, llámame como quieras, mañana seguramente nos toparemos en el día, tú no sabrás quién soy, y por supuesto a mí no me hará sentir ni bien, ni mal.-
Se quedó un rato conmigo, conversamos, le invite una copa, dos copas, tres copas, mientras yo bebía directo de la botella de cerveza. Preguntó mi oficio, contesté: Soy liquidador.
Nunca debí emplear la palabra, pude haber dicho mensajero, cobrador, o simplemente ayudante de oficina, pero dije liquidador, creo que la palabra da estilo.
Al otro día cenamos, al otro día dormí en su alcoba, al otro día decía que estaba enamorada. A mí en realidad me importaba poco, casi nada, pero estaba buena, no era fea, era lo que mi madre llamaba una mujer con clase, de buen tipo.
Tenía una niña de unos siete años, era raro, nunca la miré como madre. Treinta y siete días viví en su casa; desayunaba All-Bran, trabajaba como liquidador hasta el medio día, tomaba algunas cervezas en cualquier fonda, luego llegaba a casa, cagaba por horas, miraba la tele, y tenía un poco de sexo antes de dormir. Todo placenteramente rutinario.
Amanda en realidad hablaba poco, no hacía preguntas sobre el trabajo, sobre mi vida de antes, o sobre las horas que no pasaba en casa. Yo tampoco preguntaba grandes cosas, de hecho el diálogo giraba sobre lo cotidiano: pasta dental, papel higiénico, alimento, y nada más. Alguna vez hubo una o dos palabras de amor.
De la hija nunca supe el nombre, simplemente la llamaba niña, miraba televisión a mi lado a diario, sin conversación, dos o tres horas recostados en el sofá, mientras Amanda cocinaba, o lavaba, o meditaba, o no hacía absolutamente nada. Era la relación perfecta. Había una mujer, una niña y un señor.
El día treinta y seis, Amanda me citó en el Emporio. Llegué a las seis de la tarde, estacioné el Falcon a una cuadra del metro Portales, entré a la cantina, miré a Amanda en la rocola, me acerqué, seleccioné a Javier Solís, le canté El Camino de la Noche, pedí dos bolas obscuras y un ron con coca.
Hablamos, hablamos, y hablamos.
Cuando dieron las dos de la mañana, estaba borracho y Amanda más hermosa.
Al otro día, amanecí a las cinco de la tarde, bebí dos modelos de lata, besé el cuello de Amanda, dejé a la niña mirando el televisor, tomé una 9 mm. de la alacena, y cumplí con la promesa. Disparé una vez, Amanda cayó al suelo, la niña siguió recostada en el sofá, tomé las llaves del Falcon, conduje por varias horas, bebí Jack Daniels, estuve con una puta, jugué al melate, compré un pollo rostizado, y después de todo, amanecí en mi antigua cama, solo.
Por lo pronto, intentaré dormir un poco más, luego me recostaré en el sofá a mirar el televisor, en la noche tal vez tendré un poco de sexo, pero mañana, no sé, quizá salga a comprar All-Bran.








Wednesday, August 04, 2004

 

4 Coke

la cocaína carece de puerta
abre ventanas
carece de puerta
la cocaína reduce las fronteras
nos tomamos de las manos
aspiramos hondo
y nos abandonamos al río bravo de palabras.






Friday, July 30, 2004

 

Carcajada

Hace falta más alcohol. Mientras duermo, puedes levantarte e ir por más alcohol. Sabes, desperté de una pesadilla: hacía falta alcohol. Las farmacias aún permanecen abiertas, ahí venden alcohol.
Al despertar, además de estar contigo, sudaba alcohol. Todo el cuarto olía a alcohol.
A la calle la rodea el alcohol. El mundo permanece sitiado por el alcohol. Todos caminamos por la fiebre del alcohol, y aún así, siempre hace falta más alcohol.
Sobrio, yo no sé nada de amor. Sobrio, no conozco las palabras, ni a la gente, no me atrevo ni abrir los ojos, hubo un tiempo cuando era como todos, y sabes, era un hombre feliz, pero ahora lo soy más.

JAJAJAJAJAJAJAJA

Río todo el tiempo, soy CARCAJADA entera, amplia boca abierta, y en cada risotada azoto mis pulmones y fracturo los espacios de silencio.
Así soy........sin ser aún un permanente borracho.....borracho es el perdido en sus recuerdos.....yo simplemente gozo, bebo y siempre resucito después del tercer día, nunca he comprendido la prisa.
Dame la botella, voy a servir dos tragos: lo bebes y te vas.
Cuando salgas, cierra la puerta pero no pongas llave, porque luego los seguros se me hacen perdidizos, y no voy a poder salir a buscarte, o por más alcohol.
Adiós.

Friday, July 23, 2004

 

405 South

Driving rumbo a Tijuana saliendo de Los Ángeles por el freeway 405 South, se escucha una estación de radio y al locutor diciendo:
- ¿El Amor, Carnalito?.....En algún lugar del mundo, no sé, de verdad no lo sé, sólo queda esperar, porque al amor no se sale a buscar, al amor lo encuentras y ya: en el supermarket, en la cabina telefónica, en el taller mecánico, en el rastro entre la carne muerta o en tu propia casa: tocando a tu puerta, ofreciéndote productos de Toperware o es un testigo de Jehova, y entonces te das cuenta, y lo dejas entrar; pero eso sucede sólo en los escenarios más optimistas, porque generalmente al amor sólo lo miramos pasar, se va de largo y ya, no vuelve aparecer.
¿Por qué no llamar al amor por su verdadero nombre?
Parece que nadie es capaz de decir, ya basta, orgía, adiós, locura, insomnio, prozac, enfermedad, neurosis, sangre, cuchillo, hambre, calamidad. ¡Nadie sabe decir amor, Carnalito!
El locutor termina su intervención y entra un viejo cumbión:

Todas las noches sueño contigo.
Casi no duermo pensando en tí.
Casi medio loco estoy por tu cariño.
Casi medio loco estoy por tu amor.

La música sigue.....y el dancing no parará hasta que se acabé la noche.

Monday, July 12, 2004

 

Michigan Boulevard

Por las mañanas, el asesino serial vende cuchillos de puerta en puerta. Por las mañanas, la mujer intenta dormir desesperadamente. Cuando el asesino vende, usa un traje de poliéster azul y una corbata roja. Cuando ella duerme, sus ojos se mueven rápidamente. A veces, esos ojos, debajo de sus párpados pintados de púrpura, parecen dos bolas de billar que se golpean luego de un tiro muy sencillo, el tiro final de un juego en el que un joven recluso apuesta el dedo meñique y lo pierde.
El asesino se ha arreglado más de treinta veces la corbata. Hasta que logre ponerla justo en el centro de su cuello, después de unos cuarenta movimientos, podrá tocar en la siguiente puerta.
Otras veces, los ojos de la mujer parecen un par de ratas blancas que mastican despacio, dentro del cajón de una cómoda, una foto en blanco y negro de un militar que apenas sonríe frente a un portaaviones, un militar que la mujer recuerda todos los días cuando reza recargada sobre esa cómoda.
El asesino siente de nuevo que sus brazos le pertenecen a otro hombre y suelta el portafolio, luego de algunos minutos de sudor frío y de varios rasguños involuntarios, recupera el control de sus extremidades, recoge el portafolio y sigue su camino.
Los ojos de ella también parecen los cascos de unos soldados que avanzan con sigilo entre las trincheras hasta que uno de ellos es descubierto por el enemigo (unos días más tarde, en el lugar sólo se encuentran un casco partido, una bota y una escopeta con una inscripción grabada en la cuchilla).
Trece muertos, ese es el número de víctimas del asesino. Para la mujer tan sólo es una cifra y una palabra que escucha en el noticiero de las seis mientras se maquilla la cara y el cuerpo. El asesino, a diferencia de ella, sabe que trece muertos pueden ser toda una vida, que pueden ser el eco de un pelotón de voces en su cabeza, un pelotón, cuyos miembros, una vez terminada la guerra, han decidido atacarse entre ellos mismos. La mujer no entiende nada de la muerte, ella piensa que su soldado sigue vivo en alguna isla lejana del oriente y que ahora ya es Coronel. Trece muertos, justo el número de prisioneros que murieron fusilados en un campamento enemigo, uno de ellos apretó hasta el final, con los cuatro dedos de su mano, la pulsera dorada de una prostituta del Michigan Boulevard.
El asesino tocó dos, tres, cuatro veces. Antes de la quinta la mujer le abrió. Ella tiene cincuenta y cinco años, cuando sonríe, la boca se le inclina un poco a la derecha. Sin excepción, antes de abrir la puerta se persigna. Él tiene cuarenta y seis años, cuando dice a las personas que los cuchillos son capaces de cortar fácilmente una lata de aluminio, no puede sino bajar la mirada. Le tiene pánico al crecimiento de su barba y siempre se está tocando la cara para asegurarse de que el vello no haya salido de forma inesperada. Ambos se miran, ella sonríe, él le da la mano y le muestra su tarjeta.
El asesino pudo atacarla en ese momento, pero no lo hizo, ella pudo ofrecerle su cuerpo a cambio de cien dólares, pero no lo hizo. Ambos esperaron hasta la madrugada, cuando él tocó a la puerta de nuevo y le dio a la mujer un billete muy arrugado. El asesino la atravesó cuando ella terminaba de quitarse la ropa, pero no usó ninguno de los cuchillos que vende por las mañanas, porque sabía que cualquiera de ellos se rompería al chocar con un hueso, esta vez utilizó una cuchilla que arrancó de una escopeta comprada en un bazar del ejército, una cuchilla en la que estaba escrito: Estela.
La mujer no murió aquella noche. El asesino fue capturado y esperó durante cuatro años en una cárcel del Estado su sentencia. Ella vivió ese tiempo junto a cuarenta gatos, veinticinco de los cuales se llaman Coronel Peterson. El asesino fue condenado a la silla eléctrica sin posibilidad de cadena perpetua, a la mujer le detectaron Alzheimer y fue condenada a una mecedora de madera frente a la entrada de su casa.
Mientras el asesino moría, sus ojos se movieron como los ojos de una vieja prostituta que se convulsiona en su mecedora por última vez, y entiende por fin que el amor de su vida ya nunca volverá.

Friday, July 09, 2004

 

Cumbia Norteña

Yo tenía una limosina, un castillo y un amor.
Todos eran de oro, pero de oro sin valor.
Ayer enterré a mi madrecita
Sabe a mal el dolor
Hoy he perdido todo
Ah que bruta es la ambición.
Yo tenía una limosina, un castillo y un amor
Todos eran de oro, pero de oro sin valor.




Thursday, July 08, 2004

 

Los reyes de la cumbia no sólo tocan canciones de amor...

Te hablo desde la prisión. En el mundo en que vivo siempre hay cuatro esquinas, pero entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo, para mi no existe el cielo, ni luna ni estrellas, para mi no alumbra el sol, para mi todo es tinieblas, negro es mi destino. Permite que me arrepienta, para tocarle al mundo, una cumbia que no sólo hable de amor...




Tuesday, July 06, 2004

 

Cali Rumba Lo Dijo Ayer......

Estas no son mis palabras....Cali Rumba lo dijo ayer:
La cumbia llegó para bailarse porque cumbia somos y en baile nos convertiremos.
Estas no son mis palabras....Cali Rumba lo dijo ayer.


Saturday, July 03, 2004

 

Un águila bailando a una serpiente

Una azotea, una fiesta, los invitados. Un grupo de música viva. El guitarrista, quien imagina que las cuerdas de su guitarra son las cuerdas de los tendederos y que él es un gigante que acaricia las cabezas de los presentes mientras toca sus arpegios. El bajista, quien al tocar sus acordes parece como si trajera guardado en su instrumento a un grupo de budistas tibetanos. El tipo de las congas intentando a toda costa emular los latidos del corazón de Dios. El vocalista, cantando y contando cómo lo abandonó su mujer por su mejor amigo, y nosotros bailando su tristeza. Los tinacos del edificio, que son ahora las musas con sobrepeso inspiradoras de los contoneos. Tu falda, que ya no sabe más de gravedad, flota y se olvida totalmente de tus piernas. Tu vestido, brillando más con cada movimiento, como si estuviera hecho de fuego, de fuego violeta, un fuego que transmuta la oscuridad y lo vuelve todo de luz. Y yo, que miro hacia abajo, y ya no sé cuáles son tus pies y cuáles son los míos. Tú dando una vuelta, y una gota de tu sudor que me cae en la boca, tu sudor que sabe dulce al combinarse con tu perfume. Mi cadenita de la virgen de Guadalupe, tratando de estar cada vez más cerca del cielo, como si ello fuera posible. Los edificios aledaños que nos aplauden de pie toda la noche. Y la cumbia, la cumbia que estalla en el cielo, igual que estalla la fe en el templo de un pueblo elegido, de un pueblo señalado por el dedo de una deidad femenina. La cumbia, esa princesa colombiana que nos ha encantado a los mexicanos.
Porque los mexicanos nos ponemos de hinojos ante la cumbia, nos quitamos el sombrero de charro ante la cumbia, le rendimos honores en la asamblea de los viernes y los sábados. En nuestro país se ha creado, se ha bailado y sobre todo se ha escuchado cumbia desde hace muchos años. Es difícil andar por las calles sin toparse con una ventana abierta que se estremece de cumbia, o subir a un automóvil, a un tráiler, a un taxi, a un camión o a un microbús que no transporte la cumbia por todo el territorio nacional. Este género musical ha dejado las pistas y los salones y nos acompaña por la vida y la rutina clavado en nuestros oídos.
En México los cumbiancheros han creado verdaderas obras maestras desde que conocimos y asimilamos ésta clase de música. Para ser exactos, desde mediados del siglo pasado, con Mike Laure, ese jaliciense que le exprimió todo el sabor a Mazatlán y a Veracruz, que nos dijo que la cosecha de mujeres nunca se acaba, que nos advirtió del tiburón a la vista, bañista, y que nos enseñó que el reventón puede seguir aunque la banda esté borracha. Y qué decir de nuestro grandioso Rigo Tovar, quien hizo de su Matamoros querido la Meca de la cumbia mexicana, porque aunque la cordura ya no habita su cuerpo, ésta sigue vibrando en sus canciones, y a pesar de que él ya no pueda recordarlo, Rigo sigue siendo Amor. También está Chicoché, quien alzó la vista al cielo y se cuestionó, con toda la fuerza de su alma: ¿De quén chon esos ojos que miran bonito, de quén chon esos ojos que me hacen bailar? Y cómo olvidar, actualmente, a Los Ángeles Azules, con el brillo azul de su aureola azul, el azulado revolotear de sus alas azules y su música morena. Estos músicos quienes han definido la forma en la que se hace cumbia mexicana. También están Los Extraños, con su cumbia bien precisa y juguetona, que nos enseña que a los freaks también les gusta el cumbión. O Los Socios del ritmo, con su llorar, llorar y llora-a-ar que se contrapone a su fe-fe-fe-felicidad, creando la dualidad musical perfecta. No podemos dejar de lado a Rayito Colombiano, con su brillo colombiano, pero su piel y sus vísceras mexicanas, cuya música está a la altura de la que se crea en los más sabrosones barrios de Medellín. O nuestro rebelde del acordeón, Celso Piña, quien ha revolucionado la cumbia y el vallenato a nivel mundial y ha demostrado que todos los rockeros llevan un cumbiero adentro. Y por supuesto hay que mencionar a los sonideros nacionales, quienes acordonan nuestras calles para absorbernos, durante la madrugada, toda la cumbiamba del espíritu.
En fin, la cumbia es un género arraigado en nuestro país, género que se merece el respeto y el deleite de cualquier otro tipo de música. Y es que la cumbia no es únicamente para bailarla, también se puede disfrutar así: nomás de puro oírla.



Friday, July 02, 2004

 

Hoja en Blanco

In Cumbia Ñero Poetrik Sound Ink se da cabida lo mismo a un verso de Maiakovski que a una rola de Los Ángeles Azules; se da un sorbo de pulque mientras se lee el capítulo quince del Ulises de Jaymes Joyce; e incluso, ya en el clímax de una borrachera se canta el final de En Busca del Tiempo Perdido de Proust acompañado por un Mariachi.

 

The Big Inn in Guachete Sound

el lugar donde simplemente se baila la tristeza

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