Monday, August 30, 2004

 

Negra 2 2 8

Cuando la Negra no está, Loco prefiere salir del chante, así no entra en estado de ansiedad.
De pronto Loco se siente del carajo, y hace de un poema su cabecera, y lo repite, y lo repite, y lo repite hasta que el poema pierde su forma, y se convierte simplemente en palabras o ado ido to so cho.
Loco camina por la San Simón Street. En la pared está escrito: Mai Blod is Red. Gringo, tú eres el gran mojado. Al mirar el graffiti, Loco saca del pantalón un cordón, presiona con él sus venas, pasa un minuto y las venas saltan. Loco toma un cristal del pavimento y hunde el filo en una vena. Loco dice: Mai blod también is red.
Dentro de la cantina el Emporio, Loco es como cualquier otro, pide una bola de cerveza, un tequila, y cinco pesos de cambio para la rocola. Cuando Loco está ahí, siempre pone una de Javier Solís, una de Eddie Santiago, y la Cumbia del Negro José.
Han pasado dos horas desde que Loco cruzó la puerta, ha tomado cuatro bolas, y dos tequilas. En la rocola aún suena el Negro José.
Loco sostiene la bola obscura firmemente, cualquiera creería que es la primera. Inesperadamente, Loco comienza a hablar:
Tres cuervos aletean hacia los árboles,
Y se posan; crujen las ramas del eucaliptus.
Un olor de cales apagadas aviva el olfato
La lepra del Imperio.
Loco grita: ¿Quién es Derek Walcott? ¿Quién en la San Simón Street sabe de dónde salió Derek Walcott? El grito retumbó en cada una de las cuatro paredes del Emporio; pasaron treinta segundos, y un hombre de pelo cano, chamarra verde militar, flaco, alto y con el delicado pegado a los labios, dijo: Yo soy Derek Walcott.
Loco lo miró fijamente, como retando a la verdad. El llamado Derek Walcott se fue acercando lentamente a la mesa de Loco, hasta estar frente a frente. Loco invitó una ronda a Derek Walcott, dos rondas a Derek Walcott, tres rondas a Derek Walcott hasta que escuchó otro grito dentro de la cantina.
Un hombre con gorra de beisbolista gritaba: Yo soy el verdadero Derek Walcott, es mi garganta la que merece ser desafiada. Al escucharse esto en la cantina todo comenzó a cambiar, de un segundo a otro todos decían llamarse Derek Walcott. Todos pedían a Loco que los escuchara y por supuesto que les diera más y más alcohol.
Loco se levantó, pidió silencio y dijo: Yo soy el verdadero Derek Walcott. Evidentemente a todos les valió la madre la palabra de Loco. En ese momento todos eran Derek Walcott, y Loco simplemente era otro más.
Al final, Loco se quedó de nuevo sólo en su mesa, bebiendo, pensando y cantando Cenizas de Javier Solís.
Lo último que dijo, y que sólo yo escuché fue: La Negra ya no está.









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